CATEQUESIS POR RADIO. ESCUELA RADIAL DE CATEQUESIS: agosto 2013

jueves, 29 de agosto de 2013

MORAL 3 ARTÍCULOS SOBRE ABORTO, EUTANASIA, DOLOR

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No se puede reducir el cristianismo sólo a la dimensión moral
Martes 14 May 2013 | 08:49 am
La Plata (Buenos Aires) (AICA): El arzobispo de La Plata y presidente de la Comisión Episcopal de Educación Católica, monseñor Héctor Aguer, explicó en su reflexión televisiva de este sábado en el programa “Claves para un Mundo Mejor”, emitido por América TV, que no se debe reducir el cristianismo sólo a la dimensión moral lo que constituye “un enfoque reduccionista” y “no es correcto reducir el cristianismo al cumplimiento de una serie de preceptos”.

El arzobispo de La Plata y presidente de la Comisión Episcopal de Educación Católica, monseñor Héctor Aguer, explicó en su reflexión televisiva de este sábado en el programa “Claves para un Mundo Mejor”, emitido por América TV, que no se debe reducir el cristianismo sólo a la dimensión moral lo que constituye “un enfoque reduccionista” y “no es correcto reducir el cristianismo al cumplimiento de una serie de preceptos”

“Hoy como en otras oportunidades -comenzó diciendo el prelado- comenzaré mi breve reflexión con una pregunta: ¿es el cristianismo una moral? Es decir: ¿se puede reducir el fenómeno del cristianismo a la dimensión moral?”

“Planteo esta cuestión porque tiene su interés y además tiene sus fundamentos históricos. Existe una cierta tendencia, en gente que no conoce bien la realidad cristiana, a reducir el cristianismo a una dimensión moral. Incluso dentro de la Iglesia se da también, muchas veces, un enfoque reduccionista”.

“Se piensa, por ejemplo, que es muy importante el estilo de vida cristiano. Es verdad que el estilo está en buena medida en relación con la credibilidad de la verdad cristiana. Pero no es correcto reducir el cristianismo al cumplimiento de una serie de preceptos”.

“En algún momento se acentuó por ejemplo la problemática sexual. Y ha sido muy criticada la Iglesia, y yo creo que equivocadamente, como que había reducido toda la problemática moral a la esfera sexual. Ahora hay otra tendencia distinta, lo sexual ya no importa para nada, como si no fuera el objeto de dos mandamientos de la ley de Dios. La importancia actual está en la cuestión social, el problema de la justicia; y también se suele hacer una especie de reduccionismo ético del cristianismo a la problemática de la Justicia, los derechos humanos y demás”.

“No se advierte -señaló- que el cristianismo es un misterio y que la fe hace referencia a ese misterio. Con misterio quiero decir las verdades reveladas por Dios, por medio de Jesús. Misterio de la presencia misma de Dios y su gracia a través de los sacramentos de la Iglesia, del culto divino. Misterio, además, porque la gracia cristiana nos lleva a una relación personal con Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo”.

De allí que “no se puede reducir el cristianismo a su dimensión moral. Más aún muchas veces esa reducción moralista del hecho cristiano se hace en términos en los cuales no aparece la gracia de Dios. Como si todo fuera cuestión del esfuerzo personal, tener claro el ideal y luego alcanzarlo con el esfuerzo de mi voluntad y libertad”.

Monseñor Aguer afirmó que esa reducción “es un gravísimo error que viene del siglo V y se llama pelagianismo”, y explicó que Pelagio era un monje inglés que afirmaba que el hombre con su sola libertad podía hacer el bien sin necesidad de una gracia interior que moviera su voluntad. “No se daba cuenta, Pelagio, del peso del pecado original”, señaló.

Luego indicó que por eso es necesario comprender que “el Cristianismo es un misterio, un misterio de verdad, de gracia, de amor divino que transforma nuestro corazón. Sin la gracia de Dios no podemos cumplir íntegramente la ley divina, ni siquiera en aquel estatuto elemental primario que diríamos es la ley natural inscripta en la conciencia del hombre. Necesitamos de la gracia Dios”.

El arzobispo platense concluyó su reflexión diciendo que “sin duda el cristianismo incluye también una moral, una dimensión ética, un modelo de vida, pero ese modelo de vida es incomprensible y es irrealizable sin el contacto vital con Cristo Redentor y con su gracia. Es muy importante recordar esto porque cuando se habla de estas cosas es muy fácil incurrir en la confusión”.+


Mons. Bitar precisó dichos suyos que fueron tergiversados
Jueves 12 Abr 2012 | 17:09 pm
Buenos Aires (AICA):
En una carta a los católicos de la diócesis, el obispo de Oberá, monseñor Damián Bitar, reiteró la postura de la Iglesia sobre el reciente fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que declaró “no punible” el aborto en caso de violación y aclaró que opiniones suyas sobre este tema “tan doloroso” fueron tergiversadas “por ignorancia periodística o por mala voluntad” y que repercutieron en todo el país. Manifestó en este sentido que “nunca dije que ‘los que están a favor del aborto son genocidas y hay que echarlos de la patria’. Esa fue la expresión desafortunada o mal intencionada del medio periodístico que difundió la noticia, uniendo erróneamente palabras de la introducción a una oración y las de la entrevista”.
En una carta a los católicos de la diócesis, el obispo de Oberá, monseñor Damián Bitar, reiteró la postura de la Iglesia sobre el reciente fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que declaró “no punible” el aborto en caso de violación y aclaró que opiniones suyas sobre este tema “tan doloroso” fueron tergiversadas “por ignorancia periodística o por mala voluntad” y que repercutieron en todo el país.

Manifestó en este sentido que “nunca dije que ‘los que están a favor del aborto son genocidas y hay que echarlos de la patria’. Esa fue la expresión desafortunada o mal intencionada del medio periodístico que difundió la noticia, uniendo erróneamente palabras de la introducción a una oración y las de la entrevista”.

Tras ratificar que con el aborto “paga con su vida un inocente; nada se dice del violador, y la mujer, ya herida por el delito aberrante de la violación, cargará para siempre con la culpa de una muerte”, se dirigió a las mamás embarazadas: “Un niño pesará siempre menos en los brazos que en la conciencia”.

“Dale la oportunidad de nacer, como a ti te la dio tu madre. Y si sientes que tus brazos son débiles, no temas ofrecerlo en adopción. Hay muchos brazos de madres y padres dispuestos a recibirlo y educarlo”, subrayó.

Texto completo de la carta
“Antes de formarte en el vientre materno, yo te conocía; antes de que salieras del seno, yo te había consagrado” (Jeremías 1,5)

Queridos hermanos:

A raíz de la notoriedad que tomaron opiniones vertidas en una breve entrevista periodística realizada en Cerro Monje (San Javier) el pasado Viernes Santo, y conociendo que algunas de mis palabras acerca de un tema tan doloroso como es el aborto fueron tergiversadas (por ignorancia periodística o por mala voluntad), deseo en primer lugar, reiterar el contenido del mensaje del pasado 25 de marzo, “Día del Niño por nacer”:

“Saludo a todas las madres embarazadas, a quienes en nombre de Dios y de sus hijos les decimos ¡Gracias por el sí a la vida! ¡Gracias por dar al niño ya concebido en el seno materno la oportunidad de nacer!
Unido a la comunidad Diocesana, manifiesto el más absoluto rechazo al fallo de la Corte Suprema de Justicia, que abre paso para “legalizar” el aborto -muerte- de niños en el seno de la madre, concebidos en una violación.

Paga con su vida un inocente; nada se dice del violador, y la mujer, ya herida por el delito aberrante de la violación, cargará para siempre con la culpa de una muerte.

Cuando por estos días el país se conmovió por el asesinato de un niño de seis años de manos de su madre ¿no es una contradicción que se autorice la muerte de inocentes que no pueden defenderse?

Cuando en estos días hacemos memoria de los crímenes del terrorismo de Estado en los años de la dictadura militar ¿no es una contradicción que un Estado democrático no defienda los “derechos humanos” de los más pequeños e indefensos y autorice, e incluso pueda llegar a obligar a médicos a destruir vidas inocentes? ¿No estamos ante las puertas de un “silencioso” pero sangriento genocidio?

Querida mamá embarazada: “un niño pesará siempre menos en los brazos que en la conciencia”. Dale la oportunidad de nacer, como a ti te la dio tu madre. Y si sientes que tus brazos son débiles, no temas ofrecerlo en adopción. Hay muchos brazos de madres y padres dispuestos a recibirlo y educarlo.”

En segundo término, manifiesto que nunca dije que “los que están a favor del aborto son genocidas y hay que echarlos de la patria”. Esa fue la expresión desafortunada o mal intencionada del medio periodístico que difundió la noticia, uniendo erróneamente palabras de la introducción a una oración y las de la entrevista.

En tercer lugar, si lo que ha impresionado a algunos es el término “genocidio”, esta palabra significa “muerte masiva de personas”. Si consideramos que el aborto “legal” provoca más de 50.000.000 de víctimas por año, constatamos que supera las muertes de todas las guerras del siglo XX, inclusive las dos guerras mundiales. (Datos: Fundación “Nueva Cristiandad”, sep.1994). Por eso, en la oración del Viernes Santo en Cerro Monje, pedimos “que esta triste realidad se aleje (no se haga presente) de/en nuestra patria”.

Es oportuno recordar parte del mensaje de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Argentina de agosto del año pasado: “Queremos afirmar con claridad: cuando una mujer está embarazada, no hablamos de una vida sino de dos, la de la madre y su hijo o hija en gestación. Ambas deben ser preservadas y respetadas. La biología manifiesta de modo contundente a través del ADN, que desde el momento de la concepción existe una vida humana que ha de ser tutelada jurídicamente.” (159 Reunión Comisión Permanente de la C.E.A. 18/08/11).

Asimismo el Padre Víctor M. Fernández, Rector de la UCA escribió en noviembre pasado: “El derecho a la vida es el más elemental. Si se lo niega, se debilitan todos los demás. Es verdad que hay otras faltas de respeto a la vida, por ejemplo la lucha de los pobres, los privados de salud para acceder a una atención adecuada, la violencia, la inseguridad, y tantas otras formas de desprecio a la vida humana. Pero si en lugar de enfrentar esos graves problemas sociales optamos por atentar contra la vida por nacer, no hacemos más que agregar muerte a ese panorama sombrío. Tratemos de apuntar más alto y de sostener un profundo respeto por la dignidad de los más débiles. No es inocente ni inofensivo abrir la puerta al aborto. Algunos lo festejan alegremente, pero una lógica de muerte sólo provocará más muerte y tristeza” (La Nación, 03/11/11)

Por último, comparto algunos cuestionamientos, que sé que ustedes también los tienen:

Llama la atención el silencio de muchos profesionales de la salud, que conocen bien que el embrión es una vida humana distinta y no un pedazo de la mujer, o un órgano más del cual se puede prescindir.

Llama la atención el silencio de organismos de Derechos Humanos y grupos ecologistas. Da la impresión que los “derechos” son sólo para algunos y no para todos. ¿Cómo reaccionarían, por ejemplo, si en Argentina se estableciera la pena de muerte para violadores o traficantes de droga? ¿Qué decir de aquellos que sólo defienden animales y plantas, pero callan acerca de los niños no nacidos?

Llama la atención el silencio de muchas autoridades políticas, de muchos medios de comunicación, de instituciones sociales e incluso de representantes de otros credos religiosos.

Como argentinos a lo largo de la historia, hemos pagado caro el silencio. En esta encrucijada, si nosotros no hablamos ¿quién hablará?, ¿quién será voz de las criaturas que no tienen voz?

Mi bendición pastoral

El nuevo “tabú” es la incapacidad para asumir el sufrimiento

Posadas (Misiones), 2 Set. 11 (AICA)


“Notamos que se dan en la realidad situaciones de sufrimientos y dolor, fruto de la inseguridad, corrupción, pobreza y otras formas de injusticia que se originan en la ruptura del hombre con Dios y con sus hermanos, desdibujando la profunda dignidad de cada varón y de cada mujer adquirida por ser imagen y semejanza del Creador”, advirtió el obispo de Posadas, monseñor Juan Rubén Martínez, en su reflexión semanal.

     El prelado consideró que frente a “esta realidad causada por los pecados de los hombres se agregan los sufrimientos, dolores y enfermedades que siempre se dan en la realidad humana” es necesario “asumirla y vivirla desde las enseñanzas de Jesucristo”.

     “Desde ya que los males causados por las injusticias que se van estructurando socialmente, requieren como respuesta un compromiso activo del cristiano, llamado a transformar las realidades temporales. Por eso en el texto ‘Jesucristo, Señor de la Historia’, editado por los obispos argentinos con motivo del año jubilar, dice: ‘Los creyentes encontramos en nuestra fe un nuevo motivo para trabajar en la edificación de un mundo más humano’ La esperanza en un futuro más allá de la historia nos compromete mucho más con la suerte de esta historia. ¡Cómo deseamos que esta esperanza activa empape la conciencia y la conducta de cada uno de nuestros hermanos!”, recordó en su reflexión semanal.

     El obispo alertó que “estas afirmaciones se distancian de muchas posturas de grupos religiosos o sectas, o bien tendencias dentro de la misma Iglesia, que tienen un planteo pasivo y conformista del mundo. Estos planteos religiosos decimos que son alienantes, porque generan una ruptura entre la fe y la vida, o bien entre la fe y los compromisos ciudadanos del cristiano”.

     Asimismo, lamentó que haya “muchas doctrinas que se distancian de este mensaje y es conveniente reflexionar sobre esto para discernir sobre dónde estamos parados”.

     Monseñor Martínez reveló que “un psicólogo me señalaba con mucha sabiduría que el nuevo ‘tabú’ de nuestra época ya no es el sexo, y esto es evidente. El ‘tabú’ actual es la incapacidad de asumir los sufrimientos. La misma fe a veces es presentada por algunos grupos religiosos de una manera light. A veces para ganar seguidores, hacen ‘proselitismo’ y silencian las exigencias del Evangelio y realizan ofertas milagrosas o bien prometen solucionar todos los problemas y eluden el sentido del sufrimiento cristiano y ‘la cruz de cada día’”.

     “Evidentemente Dios puede obrar milagros, pero paganizamos el sentido que tienen cuando creemos lograrlo con nuestras fórmulas un tanto mágicas. Debemos revisar cómo es nuestro seguimiento de Jesús y si en nuestra fe incorporamos el misterio Pascual, el sentido del sufrimiento, la muerte y la Vida”, concluyó.+

Reclaman garantías para llevar a la práctica ley de “muerte digna”

Buenos Aires, 15 May. 12 (AICA)

hermana Elena Lugo
La hermana Elena Lugo, del Comité de Bioética Padre Kentenich, señaló que “la ley propuesta sobre la ‘muerte digna’, según la describe la prensa local, apunta en la dirección de una participación democrática del paciente y su familia en las decisiones cruciales al final de la vida e intenta superar la mecanización del proceso del morir”.

     La religiosa enumeró, sin embargo, ciertas cuestiones que deben garantizarse para que la normativa se lleve a la práctica con “legitimidad y autenticidad ética”:

     a) los pacientes y su familia  reciban la  formación adecuada para evaluar la proporcionalidad –desproporcionalidad de las terapias y  discernir los beneficios de una determinada terapia en relación al deber de toda persona de cuidar de su vida y promover la salud.

     b) los profesionales deben cuidar de no influir por economizar costos y  evitar atenciones de  complejidad en las que el paciente se sienta motivado a rechazar terapias beneficiosas para  no ser carga económica, asistencial o emocional.

     c)  la institución debe promover el cuidado paliativo real y completo, así como fomentar el programa de hospicio, alentando a los pacientes a encontrar la solidaridad en el morir y no adelantarse precipitadamente en rechazar terapias que proporcionen algún beneficio.

     d) discernir entre el cuidado básico irrenunciable como  la alimentación e hidratación artificial,  en cuanto que asiste al sistema digestivo y asimilador,  al cual no se  debe renunciar excepto cuando la agonía indica falta de asimilación  y desvío del proceso natural del morir.

     e) por último, la autonomía del paciente debe balancearse con la integridad profesional orientada al bienestar total de la persona enferma y evitar todo mal físico, psíquico y espiritual incluso el reducir la experiencia del morir a una decisión individualista.

     Informes:
www.familia.org.ar .+

ABORTO - Víctor Manuel Fernández
CUESTIONES MUY SENSIBLES EN TORNO DEL ABORTO

Por Víctor Manuel Fernández

Los ar­gen­ti­nos po­de­mos re­sol­ver los pro­ble­mas sin arrancarle la vi­da a un ino­cen­te an­tes de que pue­da de­fen­der­se. ¿Có­mo re­suel­ven un pro­ble­ma los sec­to­res más au­to­ri­ta­rios? Eli­mi­nan­do a los dé­bi­les. La po­lí­ti­ca de vio­la­ción de los de­re­chos hu­ma­nos que aver­gon­zó a nues­tro país ha de­ja­do pro­fun­das se­cue­las en la cul­tu­ra ar­gen­ti­na. Por­que aun los sec­to­res pro­gre­sis­tas con­ti­núan con la mis­ma ló­gi­ca: re­sol­ver un pro­ble­ma de ma­ne­ra prag­má­ti­ca, ani­qui­lan­do al mo­les­to.
Apa­ren­te­men­te nues­tra so­cie­dad cre­ció en el re­co­no­ci­mien­to de los de­re­chos hu­ma­nos fun­da­men­ta­les. Pe­ro el de­re­cho a la vi­da es el más ele­men­tal. Si se lo nie­ga, se de­bi­li­tan to­dos los de­más. Si apa­re­ce al­gu­na ex­cu­sa pa­ra eli­mi­nar una vi­da hu­ma­na ino­cen­te, siem­pre apa­re­ce­rán ra­zo­nes pa­ra bo­rrar una vi­da hu­ma­na: por­que tie­ne al­gu­na dis­ca­pa­ci­dad, por­que es de­men­te, por­que es an­cia­no, por­que es de­for­me, por­que es pe­li­gro­so…
¿Por qué no? ¿Qué ra­zón de fon­do nos que­da­ría pa­ra de­fen­der una vi­da hu­ma­na, más allá de las con­ve­nien­cias prag­má­ti­cas?

Más allá de la apa­rien­cia

De­bi­do a la pe­que­ñez del em­brión, que ni si­quie­ra se ve, uno co­rre el ries­go de ig­no­rar su va­lor. Mu­chos se in­cli­nan a creer que es un pe­da­zo de la mu­jer, una es­pe­cie de vís­ce­ra pres­cin­di­ble. Sin em­bar­go, hay una di­fe­ren­cia in­men­sa: un ór­ga­no de la mu­jer tie­ne su mis­mo có­di­go ge­né­ti­co, pe­ro el em­brión no. Es otro ser, dis­tin­to de un óvu­lo, dis­tin­to de la ma­dre. Su có­di­go ge­né­ti­co ya tie­ne to­das las ca­rac­te­rís­ti­cas que ten­drá ese hu­ma­no adul­to nue­vo y ori­gi­nal. Só­lo le fal­ta de­sa­rro­llar­se. Por eso no pue­de ser ex­tir­pa­do co­mo quien se ope­ra de un tu­mor. ¿No es evi­den­te que se trata de al­go más? Sien­do así las co­sas, el abor­to no es una op­ción que se vuel­va lí­ci­ta en de­ter­mi­na­das cir­cuns­tan­cias.

Mu­je­res que su­fren

Sin du­da debemos cre­cer mu­cho en el res­pe­to a los de­re­chos de las mu­je­res. La vio­len­cia do­més­ti­ca y la dis­cri­mi­na­ción la­bo­ral, por ejem­plo, son in­to­le­ra­bles. Pe­ro ese ser in­de­fen­so que es­tá tra­tan­do de na­cer tam­bién pue­de ser una mu­jer. Más allá de su pe­que­ñez tie­ne to­dos los de­re­chos hu­ma­nos, por­que es una vi­da hu­ma­na nue­va.
¿Pue­de la mu­jer adul­ta de­ci­dir li­bre­men­te so­bre la vi­da de esa otra mu­jer frá­gil que lle­va en su vien­tre? Si la ra­zón es que no pien­sa o no ha­bla, ¿qué ha­re­mos con esos ni­ños de diez años que por di­ver­sas ra­zo­nes tie­nen muy re­du­ci­da su ca­pa­ci­dad de ra­zo­nar? Una ma­dre que dio a luz a un hi­jo dis­ca­pa­ci­ta­do po­drá su­frir mu­cho, pe­ro sa­be que no pue­de su­pe­rar su do­lor ase­si­nán­do­lo. Las res­pues­tas siem­pre ten­drán que bus­car­se en otra par­te, no en la muer­te. La mu­jer vio­la­da es una víc­ti­ma que en­fren­ta una an­gus­tia a ve­ces atroz. Pe­ro ¿va­mos a eli­mi­nar su do­lor con­vir­tien­do en víc­ti­ma a esa vi­da nue­va que cre­ce den­tro de ella?
Esa an­gus­tia no se sa­na con­vir­tien­do al más frá­gil en la va­ria­ble de ajus­te, y no hay ar­gu­men­tos pa­ra que ese pe­que­ño, tan hu­ma­no co­mo su ma­dre, de­ba pa­gar ­los erro­res aje­nos. Él es un ser úni­co, lla­ma­do a la vi­da, más allá de la for­ma co­mo ha­ya si­do en­gen­dra­do. Tam­bién hay lu­gar pa­ra él o pa­ra ella. No es hu­ma­no re­sol­ver un mal con otro mal, fa­vo­re­cer a un dé­bil en con­tra de otro.

Las mu­je­res po­bres

Hay un ar­gu­men­to que no se pue­de to­mar a la li­ge­ra: se di­ce que, mien­tras las mu­je­res ri­cas pue­den en­con­trar y pa­gar lu­ga­res don­de abor­tar sin ries­gos, no su­ce­de lo mis­mo con las po­bres, que así se ven ex­pues­tas a los ma­yo­res ries­gos sa­ni­ta­rios. En es­te, y en cual­quier otro con­tex­to, ne­ce­sa­ria­men­te uno vuel­ve a pre­gun­tar si eso se re­suel­ve mu­ti­lan­do y des­tro­zan­do la vi­da de ese ni­ño po­bre que cre­ce en el se­no de su ma­dre.
Por otra par­te, hay que agre­gar que es­ta ar­gu­men­ta­ción sue­le pro­ve­nir de sec­to­res aco­mo­da­dos que des­co­no­cen la cul­tu­ra de la ma­yo­ría de las mu­je­res po­bres. Pa­ra ellas los hi­jos son el ma­yor o el úni­co te­so­ro. Pa­ra ellas es par­ti­cu­lar­men­te trá­gi­co abor­tar, y ge­ne­ral­men­te lo vi­ven co­mo una pro­fun­da hu­mi­lla­ción, co­mo una ne­ga­ción de sus in­cli­na­cio­nes más ín­ti­mas. Proponerles un abor­to “pú­bli­co”, “ofi­cial”, “so­cial­men­te re­co­no­ci­do”, no es so­lu­ción, y pro­ba­ble­men­te mu­chas pre­fe­ri­rán ha­cer­lo de mo­do “clan­des­ti­no”.
Lo que la ma­yo­ría de ellas ne­ce­si­ta es más bien que se las ayu­de y acom­pa­ñe pa­ra no te­ner que lle­gar al abor­to, que se las au­xi­lie pa­ra que se vuel­va in­ne­ce­sa­rio eli­mi­nar un hi­jo. En es­te sen­ti­do, la asig­na­ción uni­ver­sal pa­ra em­ba­ra­za­das es sin du­da un apor­te im­por­tan­te, aun­que in­su­fi­cien­te, ya que el apo­yo que ne­ce­si­tan mu­chas ve­ces es más que eco­nó­mi­co. Ca­be re­co­no­cer que en es­te pun­to he­mos avan­za­do muy po­co, tan­to en el ám­bi­to pú­bli­co co­mo en el pri­va­do y ecle­sial.
En es­te país te­ne­mos re­cur­sos pa­ra to­dos. Si por di­ver­sos mo­ti­vos una mu­jer no se sien­te en con­di­cio­nes de criar al ni­ño que ha en­gen­dra­do, en nues­tra pa­tria hay fa­mi­lias dis­pues­tas a brin­dar­le apo­yo y de­seo­sas de ha­cer­se car­go de esa nue­va vi­da. ¿Por qué op­tar en la Ar­gen­ti­na por la muer­te cuan­do te­ne­mos to­do pa­ra apos­tar por la vi­da?

Otros aten­ta­dos a la vi­da

Es ver­dad, hay otras fal­tas de res­pe­to a la vi­da. Por ejem­plo, que los po­bres no ten­gan pla­nes pri­va­dos de sa­lud pa­ra ac­ce­der a una aten­ción ade­cua­da, o el es­ta­do de al­gu­nos hos­pi­ta­les, la vio­len­cia, la in­se­gu­ri­dad, la ma­la ali­men­ta­ción de los ni­ños in­di­gen­tes, y tan­tas otras for­mas de des­pre­cio a la vi­da hu­ma­na. Pe­ro si en lu­gar de en­fren­tar esos gra­ves pro­ble­mas so­cia­les op­ta­mos por aten­tar con­tra la vi­da por na­cer, no ha­ce­mos más que agre­gar­le muer­te a ese pa­no­ra­ma som­brío.
So­mos ca­pa­ces de apun­tar más al­to y de sos­te­ner un pro­fun­do res­pe­to por la dig­ni­dad de los más dé­bi­les. Aun­que no pa­rez­ca la sa­li­da más prag­má­ti­ca, los ar­gen­ti­nos po­de­mos re­sol­ver los pro­ble­mas sin arran­car­le la vi­da a un ino­cen­te an­tes de que pue­da de­fen­der­se. No es ino­fen­si­vo abrir la puer­ta del abor­to. Al­gu­nos lo fes­te­jan ale­gre­men­te, pe­ro una ló­gi­ca de muer­te só­lo pro­vo­ca­rá más muer­te y tris­te­za.

Sacerdote. Rec­tor de la Uni­ver­si­dad Ca­tó­li­ca Ar­gen­ti­na.

Aporte del Pbro. Poblete a un debate sobre el aborto

Mendoza, 2 Feb. 12 (AICA)

aborto
El presbítero licenciado Marcelo De Benedectis, vocero del arzobispado de Mendoza, manifestó que hablar del aborto en el actual contexto tiene una significación muy concreta, y señala que hoy la vida está muy amenazada por la droga y las diversas adicciones, la pobreza y la marginalidad en la que muchas personas viven su existencia en un estado de vulnerabilidad extrema; también la delincuencia y la inseguridad aparece hoy en forma frecuente como atentado contra la vida. Junto con estos peligros nos encontramos frente al planteo del aborto.
     Ante la difusión de tantas opiniones referidas a un tema tan delicado como es del aborto, el presbítero De Benedectis decidió entrevistar al presbítero Ricardo Augusto Poblete, mendocino de 53 años, licenciado en Teología Moral y Magister en Bioética, participante en diversos comités de bioética de hospitales de Mendoza. En la entrevista se abordaron temas que muchos se preguntan y no siempre encuentran respuestas capaces de mirar al “todo” del aborto. La clave se da en un adecuado punto de partida y desde allí avanzar en todas las direcciones que la realidad nos desafía.

     -Padre Poblete, ¿cómo debería entablarse el debate?
     -El punto de partida para debatir sobre el hecho del aborto en sí mismo. Lo que es el aborto. En este orden la genética contemporánea nos proporciona un dato fundamental: desde la concepción estamos en presencia de un nuevo ser, totalmente distinto del padre y de la madre, con su patrimonio genético único e irrepetible. Sólo necesita tiempo para desarrollar lo que ya se contiene en programa genético. Por lo tanto, el aborto es la eliminación deliberada y directa (en cualquier forma que se realice) de un ser humano que ya ha iniciado su existencia.

     -¿Es un bien o un mal moral eliminar una vida humana que ya ha comenzado, aunque fuesen dramáticas las circunstancias en que se encuentra la mujer, o eventualmente el feto por diversas patologías serias?
     -Toda vida humana (iniciada en la concepción) posee una dignidad en sí misma, independiente de cualquier circunstancia en que se encuentre. De aquí surge una exigencia ética: respetarla y protegerla.

     -El ejercicio de las ciencias de la salud, por tanto, ¿cómo debe ubicarse frente a este ser humano que ya vive en el seno materno?
     -Las ciencias de la salud están al servicio de la vida y su protección. No importa si los agentes sanitarios tengan o no convicciones religiosas. No es lícito que problemas de orden socio-económico se resuelvan a través de actos médicos.

     -“Se habla de embrión, feto, ser humano, persona ¿es lo mismo o no lo es? ¿Qué consecuencias éticas, médicas y legales implica cada uno de estos términos?
     -Los términos 'cigoto', 'pre-embrión', 'embrión', 'feto' en el vocabulario biológico pueden indicar estadios sucesivos en el desarrollo del ser humano. Se utilizan libremente estos términos atribuyéndoles un idéntico significado ético. Con ellos se designa el fruto, viable o no, de la generación humana, desde el primer momento de su existencia hasta el nacimiento.
     En el pensamiento eclesial no entran en la discusión de índole filosófica sobre si el embrión es o no persona. Dejan abierta la cuestión. Sin embargo ambas afirman que el embrión hay que respetarlo 'como' persona.
     Por otra parte Juan Pablo II en su reformulación del concepto de aborto en Evangelium Vitae nº 58 expresa: "el aborto procurado es la eliminación deliberada y directa, como quiera que se realice, de un ser humano en la fase inicial de su existencia, que va de la concepción al nacimiento". Como verás tampoco entra en la discusión de si es o no persona. Nadie puede discutir qué es un ser humano.

     -Como el ‘riesgo’ es inherente a la condición humana, no se debe descartar que la vida o salud de la madre corran riesgos. Este es un hecho innegable y, por lo tanto, hay que tenerlo en cuenta para proteger la salud y vida de la madre. ¿Hay que optar por uno o por otro?
     -Hay que afirmar con claridad: cuando una mujer está embarazada, no hablamos de una vida sino de dos, la de la madre y la de su hijo o hija en gestación. Ambas deben ser preservadas y respetadas. La biología manifiesta de modo contundente a través del ADN, con la secuenciación del genoma humano, que desde el momento de la concepción existe una nueva vida humana que ha de ser tutelada jurídicamente. El derecho a la vida es el derecho humano fundamental.

     -¿Qué tipo de riesgos corre la madre? El avance de la medicina con la ayuda del avance tecnológico, en el estado actual de desarrollo, ¿pone en una verdadera disyuntiva de tener que elegir entre la vida de la madre o del feto?
     -No existe ninguna práctica humana en general, ni médica en particular, carente de riesgo. Es una falacia hablar de ‘aborto seguro’. Por otra parte, los avances médicos y tecnológicos han hecho que una disyuntiva de elección entre la vida de la madre y del feto, hoy es sumamente rara. La verdadera ciencia médica intenta salvar tanto a la madre como a su hijo que vive en el seno materno.

     -¿Cómo se debería ubicar la legislación frente a las dos vidas reales, objetivas, que ya están viviendo, como son la madre y el feto?
     -Si la legislación brinda protección a toda vida humana, que reconoce que comienza con la concepción, no puede sino brindar protección jurídica, sobre todo a aquella más indefensa. Una decisión legislativa que favoreciera la despenalización del aborto tendría consecuencias jurídicas, culturales y éticas. Las leyes van configurando la cultura de los pueblos y una legislación que no protege la vida favorece una cultura de la muerte. La ley, en cuanto base de un ordenamiento jurídico, tiene un sentido pedagógico para la vida de la sociedad.

     -¿No se tendrían que pensar otras alternativas para salir al paso de estas mujeres que sufren el drama de un embarazo no deseado?
     -Reconociendo que existen verdaderos dramas que ‘inducen’ a mujeres a solicitar el aborto, hay que afirmar con claridad que jamás dar muerte a un inocente resuelve los problemas de fondo. Urge pensar políticas públicas, educación integral, y fundamentalmente revalorizar la responsabilidad de lo que implica el ejercicio de la sexualidad para no tener que llegar a los extremos dramáticos.

     -Como tejido social, incluida la Iglesia y los diversos credos, ¿cómo se puede acompañar efectivamente a las mujeres que viven tal situación?
     -Siguiendo el ejemplo de Jesucristo, el Buen Samaritano, dejarse ‘conmover’ por el drama de quien piensa en el aborto como la única alternativa. Cercanía en la escucha del drama y generar grupos interdisciplinares que ayuden a la persona a que no se sienta sola. La misericordia y la verdad tienen que ir juntas para dar una auténtica ayuda.

     -Teniendo en cuenta la cantidad de matrimonios que desean adoptar niños, ¿no sería el momento adecuado para revisar una Ley de Adopción para que se puedan concretar las adopciones de una forma más expeditiva?
     -Este punto es muy importante, porque reconociendo que muchas mujeres no quieren o no pueden hacerse cargo del hijo que no buscaron, la adopción legal puede ser una posibilidad para no solamente salvar vidas inocentes, sino brindarle el amor de un matrimonio que desinteresadamente esté con posibilidades de hacerlo.+










sábado, 24 de agosto de 2013

MORAL 2 . CONCIENCIA - VIRTUDES




Segundo punto :  La conciencia y el discernimiento.


El discernimiento
“El discernimiento es una tarea permanente de todo hombre en toda situación.”(1)
Es el juicio a través del cual percibimos y declaramos la diferencia que existe entre varias cosas.
El discernimiento implica tener un criterio, normas que consideramos como autoridad moral en nuestras vidas y nos permitirán conocer el valor o la inconveniencia de las cosas o situaciones en la que podamos encontrarnos.

Al estar llamados por Dios a su propia bienaventuranza (o sea a la felicidad)–llamado que se dirige a cada uno de nosotros personalmente pero también a toda la Iglesia- nos daremos cuenta que la bienaventuranza del cielo determinará los criterios de discernimiento en el uso de los bienes terrenos, en conformidad a la Ley de Dios.
“El amor crece en el conocimiento perfecto  y en el discernimiento” . (2)

La dignidad que tenemos por ser personas, se une a la rectitud de nuestra conciencia moral que comprende cuáles son los principios morales y como los aplicamos a las circunstancias concretas.
A través de un discernimiento práctico de las razones y de los bienes y el juicio formado sobre los actos concretos que se van a realizar o se han realizado, la razón y la prudencia actuarán en conjunto para llevarnos a elegir conforme al dictamen o juicio realizado.

El libro de los Proverbios nos dirá:
“prestando atención a la sabiduría y abriendo tu mente a la prudencia; si invocas a la inteligencia y llamas a la prudencia; si la buscas  como al dinero y la rastreas como a un tesoro, entonces comprenderás el temor de Yahveh y encontrarás el conocimiento de Dios. Porque es Yahveh quien da la sabiduría y de su boca brotan el saber y la prudencia (….) Pues la sabiduría penetrará en tu mente y el saber se te hará atractivo; la reflexión cuidará de ti y la prudencia te protegerá para apartarte del mal camino” Prov 2, 2-6; 10-11

Para que podamos elegir convenientemente y obrar en consecuencia, necesitamos el auxilio del Espíritu Santo que nos ayudará a discernir ante la prueba. (3)

La conciencia
La conciencia es una categoría central en la moral y no podemos hablar de ética o moral sin hablar de conciencia.
Esto es igual para lo cristiano o para lo no cristiano.

En la conciencia actúa el conocimiento del hombre de una manera inteligente y práctica, ya que capta el deber que tiene que realizar del cual se conoce responsable, por eso el conocimiento de la conciencia no deja al hombre impasible. (4)

(1) Josep Vives, Principio y fundamento del discernimiento cristiano, material formación jesuita en PDF . p 1
(2) Josep Vives, op. cit. p 6
(3) Cf. CEC 1780; 2690
(4) Cf. José M. Sayés, Teología moral fundamental, pp 323-325
Dice Gaudium et Spes 16:

“En lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe obedecer y, cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal: haz esto, evita aquello. Porque el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en cuya obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será juzgado personalmente. La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquélla. Es la conciencia la que de modo admirable da a conocer esa ley, cuyo cumplimiento consiste en el amor de Dios y del prójimo. La fidelidad a esta conciencia une a los cristianos con los demás hombres para buscar la verdad y resolver con acierto los numerosos problemas morales que se presentan al individuo y a la sociedad. Cuanto mayor es el predominio de la recta conciencia, tanto mayor seguridad tienen las personas y las sociedades para apartarse del ciego capricho y para someterse a las normas objetivas de la moralidad. No rara vez, sin embargo, ocurre que yerre la conciencia por ignorancia invencible, sin que ello suponga la pérdida de la dignidad. Cosa que no puede afirmarse cuando el hombre se despreocupa de buscar la verdad y el bien, y la conciencia se va progresivamente entenebreciendo por el hábito del pecado”

La encíclica Veritatis Splendor presenta la conciencia como
 “acto de la inteligencia de la persona, que debe aplicar el conocimiento universal del bien en una determinada situación y expresar así un juicio sobre la conducta recta que hay que elegir aquí y ahora” (Cf. VS 32)

La formación de la conciencia
En su punto 1783 el Catecismo de la Iglesia Católica nos dirá que es necesario formar la conciencia y esclarecer el juicio moral, ya que una conciencia bien formada será recta y veraz.
La conciencia formada formulará sus juicios según la razón orientada al bien verdadero querido por Dios.
Resaltará que la educación de la conciencia es indispensable a las personas, ya que estamos sometidos a influencias negativas y tentados a inclinarnos hacia nuestros propios juicios rechazando las enseñanzas autorizadas.

Para esto es necesario conocer las etapas morales por las que atravesamos las personas.
Las personas y las culturas vamos dando pasos graduales hasta alcanzar una conciencia seria y responsable.

Fijémonos en estos niveles de conciencia:
Un niño responderá a lo que se entiende comúnmente por bien o mal, porque sus actos tendrán un premio o un castigo, o provocarán placer o disgusto en los mayores o en quienes imponen la norma de conducta.                                                                                                                                      En este caso la conciencia no depende de una norma, sino de un resultado objetivo y de un interés.    Educar la conciencia, supone ir abandonando esta etapa.

En otro nivel, consideramos valioso responder a las expectativas de la familia o de nuestro grupo de amigos, pretendiendo a veces conseguir o conservar la imagen de persona aceptada por el grupo. 
Educar la conciencia requiere un esfuerzo por personalizar los valores y reforzar el valor de la intención que comienza a aparecer de a poco. El niño es capaz de distinguir el mal objetivo que ha realizado de la intención que le movía a actuar.

Otro nivel es aquel que logramos cuando vamos  desarrollando,   –ya en nuestra etapa adolescente o juvenil- un esfuerzo por definir unos valores y principios morales válidos y aplicables independientes de la autoridad de los grupos o personas que los apoyan.                                                                                                   Aquí la conciencia personal se maneja por sí misma  y se guía por sus opciones fundamentales.   
Educar la conciencia significa orientar al hombre hacia ser responsables para  actuar con independencia  de la ventaja o la pérdida, de la crítica o el aplauso.

Este esquema , muy reducido, solo tiene la intención de iluminar este proceso de maduración de la conciencia, teniendo en cuenta de que no siempre la edad cronológica de las personas coincide con la ética de la maduración de su conciencia.
Por otro lado, no siempre el camino es ascendente, porque si bien hay progresos morales, existe siempre el riesgo de un regreso moral.
Es conveniente tener en cuenta que a lo largo del itinerario de evolución de la conciencia la persona avanza –a veces- como dividida interiormente, porque asume algunos valores que pueden colocarlo en la última etapa, mientras en el descubrimiento y realización de otros valores puede hallarse al inicio.

Este esquema también puede aplicarse a los grupos sociales y culturas que se diferencian por la etapa de la conciencia que privilegian y promueven.

El ejercicio de la conciencia moral, es, a la vez, don y tarea.
Gracia que hay que pedir a Dios como uno de los dones más preciados de su Espíritu y tarea que es preciso emprender individual y comunitariamente para que nada ni nadie pueda separarnos del amor de Cristo (Rom 8,35)

Punto 2, segunda parte
La conciencia en las Sagradas Escrituras

En el AT  no aparece el término conciencia sino  términos equivalentes como el de leb (corazón).
Leb, indica:
·          Corazón como órgano corporal: 1Sam 25,37ª (..) “el corazón se le murió en el pecho y se le quedó como una piedra”
·          Sentimiento: el corazón es la sede de los sentimientos: Sal 13,6 “pues yo confio en tu amor, en tu salvación goza mi corazón”
·          Deseo: Sal 21,3 “le has concedido el deseo de su corazón, no has rechazado el anhelo de sus labios”
·          Razón: se le atribuyen funciones racionales: Prov.16,23 : “mente sabia perfecciona la boca y añade convicción a sus palabras”
·          Decisión: el corazón es el lugar de las decisiones: 2 Sam 7,27b  (…) “por eso tu siervo ha encontrado valor para orar en tu presencia”; Pr 6,18.”corazón que trama planes perversos, pies ligeros para correr hacia el mal”
  • Sede de la conciencia: 2 Sam 24,10 “Después de haber hecho el censo del pueblo, le remordió a David el corazón y dijo David a Yahvé: “He cometido un gran pecado. Pero ahora, Yahvé , perdona, te ruego, la falta de tu siervo, pues he sido muy necio” (6)

En el NT encontramos el término “corazón” (kardía) y “espíritu” (pneuma) relacionados con el juicio de conciencia.
Mt. 5,8 nos dirá que son bienaventurados los limpios de corazón y la primera carta de Juan: 1 Jn3,19ss,  nos dice que nuestro corazón nos tranquiliza o nos acusa.

En los escritos de San Pablo encontramos un mayor  uso del término conciencia.
En Rom. 9,1-2, Pablo apelará al testimonio de su propia conciencia: “ Digo la verdad en Cristo, no miento, -mi conciencia me lo atestigua en el Espíritu Santo-, siento una gran tristeza y un dolor incesante en el corazón.”
En Hech 23,1 Pablo le dirá al Sanedrín: “Hermanos yo me he portado con entera buena conciencia ante Dios, hasta ese día”

La buena conciencia caracteriza la moral paulina como podemos ver en:
1 Co, 4,4: “Cierto que mi conciencia nada me reprocha; más no por eso quedo justificado”.
2 Co 1,12: “El motivo de nuestro orgullo es el testimonio de nuestra conciencia, de que nos  hemos conducido en el mundo y sobre todo respecto de vosotros, con la sencillez y sinceridad que vienen de Dios, y no con la sabiduría carnal, sino con la gracia de Dios”. (7)

En referencia a los Evangelios, podemos decir que ellos conservan la imagen profética del corazón bueno, recto y renovado por Dios.
El corazón es la sede de la moralidad y de la vida nueva en el Espíritu y lo que importa –antes que la limpieza de los vasos o de las manos- es que esté limpio el corazón –la conciencia- de los seguidores de Jesús.
No se tiene tanta preocupación por el orden de las acciones –como preocupaba a los fariseos- sino la sede profunda de la nueva justicia que es el corazón puro de donde pueden salir las palabras y las acciones buenas, el perdón misericordioso y la fidelidad.
Mt 12, 34-35, opuestas a las acciones del corazón maligno (8)

(5) Cf. José. R. Flecha, Teología Moral fundamental, pp 270-279
(6) Cf. José Sayés, op.cit. pp 327-328
(7) Ibid. p 328
(8) Cf. José R. Flecha, op cit. pp 282-283


Punto 3
Las Virtudes Cardinales y Teologales
Nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica en su punto 1803:
 “La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien.
Permite a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas.”

Recuerdan que habíamos dicho que no somos buenos o malos en teoría….sino que lo somos en la práctica. Son nuestras acciones concretas, que cuando proceden de nuestras elecciones y nuestra voluntad libres podrán ser consideradas buenas o malas, correctas o incorrectas.

La carta de Pablo a los Filipenses nos dirá que  es bueno tener en cuenta todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, honorable, todo lo que sea virtud y todo aquello que podamos elogiar. Todo eso vale la pena ser tenido en cuenta. (Cf. Flp 4,8)

Pero ¿qué es una virtud humana? Son aquellos hábitos, actitudes firmes y estables, aquellas perfecciones de nuestro entendimiento y nuestra voluntad que van a regular nuestros actos.
También las virtudes ordenan nuestras pasiones y van a guiar nuestra conducta según la razón y según nuestra fe.


En la vida moral, no nos detenemos en el pecado sino en el llamado a la perfección que el mismo Jesús nos hace.

Si nos preguntamos ¿Cómo podemos adquirir una virtud?...veremos que nuestras fuerzas humanas cuando se armonizan y están de acuerdo a lo que Dios nos pide, nos harán producir actos moralmente buenos, que darán sus frutos.Es la capacidad que tenemos de vivir “según el Espíritu”.

Si leemos la carta de Pablo a los Gálatas nos daremos cuenta que todos los dones recibidos del Espíritu Santo dan sus frutos. El habla de amor, alegría, paz, generosidad, amabilidad, bondad, confianza.
Si nuestras obras reflejan estas características…..es que estamos dispuestos a estar en sintonía con el amor divino.
Hay cuatro virtudes que llamamos “cardinales”
Le llamamos así porque son las principales, las fundamentales y todas las demás estarán agrupadas alrededor de ellas.
Las virtudes cardinales son: la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza. (Cf CIC 1085)
Prudencia es la virtud que ayuda a nuestra razón a discernir en todo momento cuáles el  verdadero bien y a elegir cómo realizarlo.
Podemos decir que una persona prudente es reflexiva, piensa antes de actuar.
Contrariamente a lo que muchas veces pensamos la persona prudente no es una persona tímida, temerosa o poco audaz.
A la prudencia se la considera conductora de las otras virtudes porque les indica la medida de los actos y guía directamente el juicio de conciencia, por eso el hombre prudente decide y ordena su conducta según este juicio.
A través de la prudencia  aplicamos sin error los principios morales a los casos particulares y superamos las dudas sobre el bien que debemos hacer y el mal que debemos evitar. Cf. CIC 1806)

Justicia: es la virtud moral que consiste en que voluntariamente demos a  Dios y al prójimo lo que les es debido.
A la justicia para con Dios le decimos “la virtud de la religión”.
Para con nuestros hermanos,  la justicia dispone a respetar los derechos de cada uno y a establecer en nuestras relaciones la armonía que promueve la equidad con respecto a las personas y al bien común.
El hombre justo piensa habitualmente con rectitud y actúa rectamente con el prójimo. (Cf CIC 1807)

Fortaleza: es la virtud moral que asegura que podamos seguir firmes en las dificultades y que seamos constantes en la búsqueda del bien.
Nos reafirma en nuestro deseo de resistir a las tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral.
A través de la virtud de la fortaleza somos capaces de vencer el temor, incluso de vencer el temor a la muerte, y la fortaleza nos ayuda a  hacer frente a las pruebas y a las persecuciones.
También nos dará la capacidad de ir hasta la renuncia y el sacrificio de la propia vida por defender una causa justa. (Cf CIC 1808)
¿Podríamos poner algún ejemplo de fortaleza que hayamos visto en nuestra propia vida o en la de algún conocido?

Templanza: es la virtud moral que  nos ayuda a moderar la atracción que nos producen los placeres y colabora con nosotros para que tengamos equilibrio en el uso de los bienes creados.
Por la templanza conseguimos el dominio de nuestra voluntad sobre el instinto y mantenemos nuestros deseos en los límites de lo que es honesto.
Decimos que la persona moderada orienta hacia el bien sus apetitos sensibles y es medida, discreta, y no se dejará  arrastrar por una pasión que esté desordenada.

Las virtudes y la gracia
Las virtudes humanas que se consiguen mediante la educación, mediante actos deliberados, y una perseverancia que se mantiene en el esfuerzo, son purificadas y elevadas por la gracia divina.                                          Las virtudes, con la ayuda de Dios, forjan nuestro carácter y nos hacen espontáneos  en la práctica del bien. El hombre virtuoso es feliz al practicar las virtudes, no lo vive como algo fuera de su naturaleza .
Pero,  todos estamos heridos por el pecado  y no nos es fácil ser equilibrados moralmente.
El don de la salvación por Cristo nos otorga la gracia necesaria para perseverar en la búsqueda de las virtudes, por eso es bueno que pidamos siempre esta gracia de luz y de fortaleza, que recurramos a los sacramentos y trabajemos unidos al Espíritu Santo para seguir su invitación a amar el bien y evitar el  mal. (Cf CIC 1810-1811)
Las virtudes humanas  de las que hablamos anteriormente están como “ancladas” , arraigadas en las virtudes teologales que nos llevan a todos a participar de la naturaleza divina porque se refieren directamente a Dios.
Nos disponen a todos a vivir en relación con la Santísima Trinidad porque tienen como origen, motivo y objeto a Dios Uno y Trino. (Cf. CIC 1812)

Son las virtudes teologales las que van a  fundar, animan y caracterizar  el obrar moral del cristiano. Dan forma y vida a  todas las virtudes morales.
Dios nos las infunde en el alma para que seamos capaces de obrar como hijos suyos y merecer la vida eterna.
Ellas nos garantizan la presencia y la acción del Espíritu Santo en nuestras facultades , y son esencialmente tres: la  fe, la esperanza y la caridad . (Cf 1813)

Fe: es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha dicho y revelado, y que la Santa Iglesia nos propone.
Por la fe nos entregamos entera y libremente a Dios” (DV 5). Por eso el creyente se esfuerza por conocer y hacer la voluntad de Dios. “El justo [...] vivirá por la fe” (Rm 1, 17). La fe viva “actúa por la caridad” (Ga 5, 6).
El don de la fe permanece cuando no hemos pecado contra la fe y vive a través de nuestras obras  (St 2, 26)
Para que nos mostremos como un miembro vivo del Cuerpo de Cristo, la fe no estará separada de la  esperanza y  la caridad.
Los cristianos no debemos  guardar solamente  la fe y vivir de ella sino también profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla, ya que  el servicio y el testimonio de la fe son requeridos para la salvación. (Cf CIC 1814-1816)
Esperanza: es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo. “
La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para ordenarlas al Reino de los cielos; protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El impulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad.
1820 La esperanza cristiana se manifiesta desde el comienzo de la predicación de Jesús en la proclamación de las bienaventuranzas. Las bienaventuranzas elevan nuestra esperanza hacia el cielo como hacia la nueva tierra prometida; trazan el camino hacia ella a través de las pruebas que esperan a los discípulos de Jesús. Pero por los méritos de Jesucristo y de su pasión, Dios nos guarda en “la esperanza que no falla” (Rm 5, 5). La esperanza es “el ancla del alma”, segura y firme, que penetra... “a donde entró por nosotros como precursor Jesús” (Hb 6, 19-20). Es también un arma que nos protege en el combate de la salvación: “Revistamos la coraza de la fe y de la caridad, con el yelmo de la esperanza de salvación” (1 Ts 5, 8). Nos procura el gozo en la prueba misma: “Con la alegría de la esperanza; constantes en la tribulación” (Rm 12, 12). Se expresa y se alimenta en la oración, particularmente en la del Padre Nuestro, resumen de todo lo que la esperanza nos hace desear.
1821 Podemos, por tanto, esperar la gloria del cielo prometida por Dios a los que le aman (cf Rm 8, 28-30) y hacen su voluntad (cf Mt 7, 21). En toda circunstancia, cada uno debe esperar, con la gracia de Dios, “perseverar hasta el fin” (cf Mt 10, 22; cf Concilio de Trento: DS 1541) y obtener el gozo del cielo, como eterna recompensa de Dios por las obras buenas realizadas con la gracia de Cristo. En la esperanza, la Iglesia implora que “todos los hombres [...] se salven” (1Tm 2, 4). Espera estar en la gloria del cielo unida a Cristo, su esposo:
Caridad: es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por Él mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios.
Jesús hará de la caridad el mandamiento nuevo (cf Jn 13, 34) y amándonos “hasta el fin” (Jn 13, 1), nos mostrará el amor del Padre que ha recibido.
 Amándonos unos a otros, imitaremos el amor de Jesús que recibimos en nosotros mismos.
Es por eso que Jesús nos dice: “Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor” (Jn 15, 9).
Y también: “Este es el mandamiento mío: que os améis unos a otros como yo os he amado” (Jn 15, 12).
La Caridad es fruto del Espíritu y plenitud de la ley, por eso guarda los mandamientos de Dios y de Cristo: “Permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor” (Jn 15, 9-10; cf Mt 22, 40; Rm 13, 8-10).
 Cristo que murió por amor a nosotros cuando éramos todavía “enemigos” nos pide que amemos como Él hasta a nuestros enemigos (cf Mt 5, 44), que nos hagamos prójimos del más lejano (cf Lc 10, 27-37), que amemos a los niños (cf Mc 9, 37) y a los pobres como a Él mismo (cf Mt 25, 40.45).
Pablo nos da una descripción incomparable de la caridad: «La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta» (1 Co 13, 4-7).
También dice Pablo— “nada soy...”. Y todo lo que es privilegio, servicio, virtud misma... si no tengo caridad, “nada me sirve” (1 Co 13, 1-4).
La caridad es superior a todas las virtudes. Es la primera de las virtudes teologales: “Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad” (1 Co 13,13).
¿Por qué si nombramos primero a  la Fe decimos que  el ejercicio de todas las virtudes está animado e inspirado por la caridad?.
Por que la Caridad es “el vínculo de la perfección” (Col 3, 14); es la forma de las virtudes; las articula y las ordena entre sí; es fuente y término de su práctica cristiana. La caridad asegura y purifica nuestra facultad humana de amar. La eleva a la perfección sobrenatural del amor divino. (Cf CIC 1827)
Si nuestra  vida moral está animada por la caridad, tendremos la  libertad espiritual de los hijos de Dios. No nos encontraremos ante Dios como esclavos, en un temor servil, sino que seremos como hijos que vamos respondiendo al amor de quien nos amo primero” (1 Jn 4,19):
«O nos apartamos del mal por temor del castigo y estamos en la disposición del esclavo, o buscamos el incentivo de la recompensa y nos parecemos a mercenarios, o finalmente obedecemos por el bien mismo del amor del que manda [...] y entonces estamos en la disposición de hijos» (San Basilio Magno, Regulae fusius tractatae prol. 3).
La caridad tiene por frutos el gozo, la paz y la misericordia. Exige la práctica del bien y la corrección fraterna; es benevolencia; suscita la reciprocidad; es siempre desinteresada y generosa; es amistad y comunión:
«La culminación de todas nuestras obras es el amor. Ese es el fin; para conseguirlo, corremos; hacia él corremos; una vez llegados, en él reposamos» (San Agustín, In epistulam Ioannis tractatus, 10, 4).
1830 La vida moral de los cristianos está sostenida por los dones del Espíritu Santo. Estos son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu Santo.
1831 Los siete dones del Espíritu Santo son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Pertenecen en plenitud a Cristo, Hijo de David (cf Is 11, 1-2). Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas.
1832 Los frutos del Espíritu son perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la gloria eterna. La tradición de la Iglesia enumera doce: “caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad” GS



Punto 3,segunda  parte: ¿podemos descubrirnos a través de estas obras?
Obras de misericordia corporales:
·         Dar de comer al hambriento
·         Dar de beber al sediento
·         Dar posada al necesitado
·         Vestir al desnudo
·         Visitar al enfermo
·         Socorrer a los presos
·         Enterrar a los muertos
Obras de misericordia espirituales:
·         Enseñar al que no sabe
·         Dar buen consejo al que lo necesita
·         Corregir al que está en error
·         Perdonar las injurias
·         Consolar al triste
·         Sufrir con paciencia los defectos de los demás
·         Rogar a Dios por vivos y difuntos

Reflexiones de Francisco en su último Angelus desde Roma
ANGELUS: CONTEMPLACIÓN Y SERVICIO AL PRÓJIMO NO SON ACTITUDES CONTRAPUESTAS
Ciudad del Vaticano, 21 de julio 2013 (VIS).-Partiendo del episodio evangélico de la visita de Jesús a Marta y María en Betania, el Papa ha abordado esta mañana en el ángelus dos temas claves para la vida del cristiano: la escucha de la palabra de Dios y el servicio concreto al prójimo, que no deben vivirse de forma separada, sino “con profunda unidad y armonía”.
El Obispo de Roma ha explicado a los miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro que ambas hermanas “acogen a Jesús, pero de forma diversa”. María se sienta a sus pies y lo escucha, mientras Marta, que se apresura en las tareas domésticas, se enfada con su hermana porque no la ayuda y dice al Señor: ·”¿No te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me ayude” Y Jesús le responde reprendiéndola con dulzura: “Marta, Marta, tú te afanas y te agitas por muchas cosas, pero de una cosa sola hay necesidad”.
“¿Qué quiere decir Jesús?”, se ha preguntado el Papa .“Ante todo es importante entender que no se trata de la contraposición entre dos actitudes: la escucha de la palabra del Señor, la contemplación y el servicio concreto al prójimo. No son dos actitudes contrapuestas: al contrario, ambas son esenciales para nuestra vida cristiana y no deberían separarse nunca, sino vivirse con unidad y armonía profundas”.
Entonces, ¿Por qué Jesús reprende a Marta? “Porque ha pensado que lo esencial era sólo lo que estaba haciendo, es decir, estaba demasiado preocupada y absorbida por lo que había que “hacer”. En un cristiano, las obras de servicio y de caridad no están nunca separadas de la fuente principal de cada acción nuestra: la escucha de la Palabra del Señor, el estar -como María- a los pies de Jesús con la actitud del discípulo”. Por eso Jesús “regaña” a Marta.
“También en nuestra vida cristiana - ha reafirmado el pontífice- la plegaria y la acción deben estar unidas profundamente. Una plegaria que no lleva a la acción concreta hacia el hermano pobre, enfermo, necesitado de ayuda... es una plegaria estéril e incompleta. Pero, del mismo modo, cuando en el servicio eclesial la preocupación principal es el hacer, el dar peso a las cosas, a las funciones, a las estructuras y se olvida la centralidad de Cristo, no se guarda tiempo para el diálogo con Él en la oración, se corre el peligro de servirse a sí mismos y no a Dios, presente en el hermano necesitado”.
“Pidamos a la Virgen María, Madre de la escucha y del servicio - ha concluido el Santo Padre- que nos enseñe a meditar en nuestro corazón la Palabra de su Hijo, a rezar con fidelidad, para prestar cada vez más atención concreta a las necesidades de los hermanos”.

¿Encuentras similitud en tu vida personal?