CATEQUESIS POR RADIO. ESCUELA RADIAL DE CATEQUESIS: 02/26/12

domingo, 26 de febrero de 2012

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El 16 de marzo a las 20.30h en el Atrio de a Catedral nos congregamos en la Misa de Acción de Gracias por el episcopado de Mons. Jorge Casaretto.

En el Primer Programa nos visitó el P. Cote Quijano

En el primer programa nos visitó el padre Cote, recor del ISCA y Director Diocesano de catequesis en la Diócesis de San Isidro.

La catequesis del catequista
Una reflexión para compartir en el día del catequista

Dios hace a todos los hombres y mujeres el llamado personal e intransferible de una vida, que se recibe como don y que se realiza en libertad. En esta afirmación queda encerrada la clave para una auténtica ética de la perso-na. No existe vida alguna que no merezca ser vivida. Con este llamado, Dios ofrece generosamente el llamado a la realización personal.

 

Más allá de los condicionamientos más débiles o más contundentes ofrecidos por los diversos contextos, cada vida trae consigo el ineludible compromiso de ser y de hacer esto o aquello. Y en la aceptación incondicional de este compromiso quedan comprometidas, no sólo la felicidad de la persona, sino fun-damentalmente su misma ética, en tanto ésta es el modo de obrar, profundamente humano, por el cual el hombre se vuelve con toda la fuerza y la coherencia de su fe, de su inteli-gencia y de su voluntad a lo que Dios lo invita a vivir.

 

Desde esta perspectiva, el catequista está llamado a ser entrañablemente él mismo... En la verdad y en la hondura de su identidad resuena el llamado de Dios que lo convoca a ser eco de Cristo, para que muchos hombres y mujeres se encuentren con Él. ¡Cuánta sin-tonía y cuánta fidelidad! ¿Cómo hacerse eco auténtico? ¿Cómo no ser una caja de reso-nancia de otras voces y de otros ruidos capa-ces de distorsionar la verdadera identidad?

 

En esta disyuntiva existencial: ser o no ser lo que Dios lo invita a ser, queda implicada la naturaleza humana del catequista. Caída y redimida. Débil y fuerte. Imperfecta y llama-da a la plenitud. Sería impensable un cate-quista desprovisto de la gracia de Dios. Sería impensable un catequista errante, náufrago de procesos educativos incapaces de albergarlo.

 

La naturaleza humana, abierta al auxilio di-vino de la gracia y al auxilio humano de la educación, se perfecciona y se hace más imagen y semejanza de Dios. Se hace tierra fértil en la cual Cristo crece, configurando en la personalidad del catequista todas las virtudes que lo hacen capaz de ser lo que Dios lo invita a ser.

 

En este proceso educativo, la catequesis ocu-pa un lugar propio e inconfundible. A ella le corresponde la educación de la fe. Y el catequista, como hombre de fe, necesita ser per-manentemente educado en la fe.

 

Para ser entrañablemente él mismo, el catequista necesita hacerse destinatario de la ca-tequesis. Destinatario de itinerarios formati-vos diseñados para él, en los cuales la educa-ción en la fe sea intencional y sistemática-mente favorecida. En el integral entramado de dimensiones diversas asumidas por la formación de los catequistas, tendrá un lugar privilegiado la educación de la fe, en tanto virtud teologal que ha de ser sostenida, forta-lecida, animada, informada y testimoniada a lo largo de toda la vida.

 

Pero, para ser entrañablemente él mismo, el catequista necesita hacerse destinatario, tam-bién, de los procesos catequísticos diseñados para sus catequizandos y catecúmenos. Allí, en la siempre nueva dinámica del encuentro y del proceso catequístico, allí Dios obra pro-duciendo siempre lo inimaginable. Allí, en el misterio de una metodología y de unos recur-sos siempre imperfectos, Dios logra, una vez más, como aquel día junto al pozo de Zicar, que los discípulos sean testigos. Y el cate-quista se hace destinatario de lo que los cate-quizandos y catecúmenos dicen.

 

Pbro. José Luis Quijano